“Vengo por las mujeres que no están aquí, con mi mamá, es mi primera marcha”, dice una niña de unos siete años. Su rostro está cubierto por un pasamontañas rosa. De sus brazos cuelgan unas alas hechas con pedazos de tela rosas, violetas y morados. En ellas está escrita una frase: “Las niñas, marchando, también están luchando!”. Trae una playera morada. Al reverso también está inscrita la frase: “Nos crecieron alas”.

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En la marcha de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, donde cada año caminan juntas por igual cientos de mujeres diversas, mamás, abuelas, tías… Por primera vez destaca la presencia de decenas de niñas y niños que marchan junto con sus mamás. Los más grandes incluso corean la consignas: ¡Infancias, marchando, también están luchando! 

Algunos son tan pequeños que incluso acompañan a sus mamás en carreolas, en los contingentes de mamás que luchan y resisten. Otras niñas más portan alas en sus hombros con nombres de mujeres violentadas o con frases de resistencia. Algunas, tan pequeñas, ya han tenido que memorizar los consejos de sus mamás: que nadie puede tocar sus cuerpos sin consentimiento. Que no deben acercarse a extraños. Y que las mujeres, desde niñas, tenemos que cuidarnos.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Foto: Lidia Flores
Foto: Lidia Flores

Glorieta de las Mujeres que Luchan

Es medio día. El termómetro en la Ciudad de México marca los 31 grados centígrados. Una temperatura inusual para un mes de marzo en la capital. Bajo el rayo de sol se agrupan poco a poco decenas de mujeres en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, en Paseo de la Reforma. 

En medio del sol, algunas de las asistentes que están aquí van tomando el micrófono que está en este espacio que ha servido de lucha y resistencia. “Vivas nos queremos”, dice una de las mujeres que está aquí. Esta es una de las primeras consignas que resuena en este espacio que ha servido de resistencia para acuerpar las denuncias de las madres víctimas de feminicidio y de otras tantas violencias. 

Este 8 de marzo, este lugar le hace honor a su nombre: la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Aquí muchas llegan a exponer a sus agresores, a nombrar sus violencias. Escriben en carteles los relatos de sus historias. Es un espacio de desahogo. 

Conforme pasan los minutos, estas calles se van inundando por la marea morada. La convocatoria está pensada para salir de aquí a las 4:00 de la tarde. Son las dos de la tarde y la avenida Paseo de la Reforma se está acuerpando con colores, verdes, morados y violetas. Como cada año, la exigencia es la misma: un alto a la violencia feminicida, en un país donde asesinan a diario en promedio a 11 mujeres al día.

Lidia Florencio salió a marchar hoy para acuerpar a las miles de madres que —como ella— han perdido a una hija por la violencia feminicida del país. Está aquí para clamar justicia por su hija, Diana Velázquez Florencio, asesinada en Chimalhuacàn, Estado de México en 2017. 

Tuvieron que pasar cinco años para que Jesús Alejandro Montes, fuera sentenciado por el feminicidio de Diana. Lidia sabe muy bien el calvario que tienen que vivir las madres de víctimas de feminicidio para acceder a una justicia incipiente, pues durante todo el proceso son revictimizadas y violentadas. 

“Una de las consignas que me hace recordar a mi niña es la que siempre decimos al llegar a una estancia de gobierno: “asesinos, asesinos son ustedes, la guerra contra el narco quemò a esas mujeres, asesinos, asesinos, los violadores estàn protegidos por ustedes”, me parece que aquí visibilizamos que las autoridades encubren a los asesinos, si no hay una justicia ni verdad es porque un fiscal, ministerio pùblico o perito no hizo bien su trabajo”, dice Lidia Florencio. 

Pero no sólo son las hermanas, también marchan por las víctimas de feminicidio, hermanas, tías y amigas. Este 8 de marzo y todos los días, Sara Martínez encuentra fuerzas para alzar la voz contra la violencia de género en el feminicidio de su amiga Ariadna Fernanda asesinada el 31 de octubre de 2022, aunque sus agresores Rautiel Astudillo y Vanessa Flores están detenidos por el crimen, aún no son sentenciados. 

El proceso ha sido tan desgastante que la familia de Ariadna desistió de darle seguimiento a su caso y ahora es Sara quien ha continuado con el proceso para darle justicia a su amiga.

“Es muy difícil porque nadie te habla sobre el luto que es porque yo sigo sin creérmela a veces pienso que un día va a llegar, me va a abrazar y me dirá que todo esto no pasó, pero sé dentro de mí que eso no va a pasar y me duele mucho porque ese hombre era amigo mío y me duele saber que con nadie estamos seguras y que mi comadre que era la más alegre del grupo, la que más bailaba ya no está aquí con nosotras”, cuenta Sara. 

Las madres buscadoras

A la altura del Hotel Imperial ubicado en Paseo de la Reforma, varias mujeres colocan un tendedero del que colgaban pañuelos con las historias de las víctimas de feminicidio y de las madres buscadoras que han sido asesinadas en el país, varias mujeres con hilo y aguja en mano boran las historias calcadas sobre tela.

Blanca Esmeralda Gallardo, Rosario Lilia, Teresa Magueyal, son algunos de los nombres de las madres buscadoras que este 8M hacen retumbar las paredes, los nombres que hoy se bordaron en tela son también quienes ya no están, y por los que sus compañeras de lucha salieron a las calles a exigir justicia para que sus casos no queden impunes y no se olvide que hay más de 100 mil personas desaparecidas en el país.  

“Claro que tenemos miedo, apenas en la búsqueda de Acapulco donde se encontraron 18 fosas ahí me amenazaron, las mismas autoridades me encañonaron, ahorita que estuvimos en Queretaro igual, un estúido de Guardia Nacional nos quería llevar a otro lado a mi y a otra persona y claro no los dijo: “sabían que por estar buscando las matan”. Sì sentimos temor, pero ese temor también nos hace fuertes para seguir buscado”, narra a La Cadera de Eva, Maria Aguayo, madre buscadora de Veracruz 

Son tantas y tan diversas las consignas. La digna rabia se anidó en el corazón de las mujeres, graffitis con frases como “México feminicida”, inundan paredes, vallas y el suelo a lo largo de Paseo de la Reforma, así los testimonios de la violencia de género se hacen visibles en el espacio público y ahì también coexisten muchos feminismos representados. 

El violeta no solo se ve en las prendas, la ciudad nos acompaña en lo alto, a través de las florecientes jacarandas de la Alameda Central. La marea morada sigue su paso y se dirige a la calle 5 de mayo: “Esa morra sí me representa”, “Fuimos todas”, son consignas que cantan mujeres cuando integrantes del Bloque Negro  arrojan botellas y golpean las vallas que cubren los negocios alrededor.

Infancias, luchando, también está luchando

“Es mi primera marcha, vengo con mi mamá, me gusta venir porque quiero tener un buen futuro. Quisiera que los hombres respetaran a las mujeres. Me gusta venir porque me gustaría que en unos años todo estuviera mejor, también vengo a marchar por las mujeres que desaparecieron, para hacer algo para no ser una de ellas y llegar a mi casa sana y salva”, dice una de las niñas que está aquí en la marcha.

Al igual que ella, Esmeralda Castillo Rincón, también fue una niña que creció en México, es una de las épocas más violentas para el país, durante la llamada guerra contra el narcotráfico. Fue vista por última vez el 19 de mayo de 2009, en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuando ella tenía 14 años, desde entonces, sus padres la buscan incansablemente, y cada marcha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se presentan con su foto colgada en el pecho exigiendo atención y justicia en su caso. 

Ya es mucho tiempo que nosotros tenemos exigiendo a las autoridades que trabajen, pero no hacen nada. Van a hacer 15 años que Esmeralda no está con nosotros. Ahora, en el censo donde están los nombres de los desaparecidos, ya la quitaron, entonces, ¿dónde está Esmeralda? está desaparecida dos veces, pero aquí están sus padres, que la seguirán buscando y levantado la voz por todas las desaparecidas”, narra Martha Rincón, madre de Esmeralda, en entrevista para La Cadera de Eva.

La marcha también es un espacio donde madres e hijas se reúnen para sanar las violencias machistas. Por segunda ocasión Arcelia decidió salir a marchar con su hija. A sus 50 años ha encontrado en la manifestación del 8M unión, amor y empatía de otras mujeres que gritan justicia para todas. 

“Después de muchos años de estar como muchas personas en casa solamente mirando decidí alzar la voz. Definitivamente esto no lo vi en mi juventud, no habìa redes, a nosotras se nos reprimía, no podamos hablar del tema y me doy cuenta que no sólo soy yo, hay más mujeres adultas que han decidido venir a alzar la voz y como dice la frase que tengo en la playera: “hoy vengo a marchar con mi hija para no marchar porque me falta ella”, nos dice.

Cae la tarde. Consignas, cánticos y tambores se mezclan con los gases lacrimógenos que salen de Palacio Nacional. “Al piso, todas al piso, están buscando a una”, grita alguien y todas se desvanecen sobre el suelo. ¡Daniela! Gritan todas al unísono.

En un país donde hay más de 30 mil mujeres desaparecidas, la ausencia de una preocupa a todas y por eso esta  acción se repite una y otra vez, cuando una amiga o hermana se pierde entre la multitud dejando en la zozobra a la que espera su mano. Afortunadamente Daniela aparece, levanta la mano, corre hacia a sus amigas, se abrazan.

Al llegar a la explanada del zócalo capitalino, Daniela y miles de mujeres reciben a las madres, padres y familias de mujeres víctimas de feminicidio y desaparición forzada: “no están solas, no están solas”, les gritan unidas al unísono. 

“Las vamos a encontrar porque no queremos a una desaparecida más”, gritan al subir al templete. Una de las madres se acerca al micrófono y señala las vallas que resguardan el Palacio Nacional: “No te voy a dejar, hija, nunca. Y tú, que te escondes atrás de esa muralla, debiste proteger a mi hija y a todas las mujeres”. 

Al llegar a la explanada del zócalo capitalino, Daniela y miles de mujeres reciben a las madres, padres y familias de mujeres víctimas de feminicidio y desaparición forzada: “no están solas, no están solas”, les gritan unidas al unísono. 

“Las vamos a encontrar porque no queremos a una desaparecida más”, gritan al subir al templete. Una de las madres se acerca al micrófono y señala las vallas que resguardan el Palacio Nacional: “No te voy a dejar, hija, nunca. Y tú, que te escondes atrás de esa muralla, debiste proteger a mi hija y a todas las mujeres”.